Cuando el primer Tropico salió a la venta, la prensa local se dio una panzada con este juego de administración y construcción. Claro, para el típico diario de circulación masiva todos los videojuegos son norteamericanos o japoneses y están hechos para chicos, así que un juego que se mofa de las repúblicas bananeras latinoamericanas era como una indignante cachetada destinada a lavarle la cabeza a nuestra impresionable juventud.
Lo más gracioso fue la indignación inmediata y los pedidos de prohibición de esta basura yanqui, por más que el juego ni siquiera sea lanzado oficialmente en América latina. Jodido va a estar el día que el congreso prohíba algo y lo tengan que bajar de Taringa.
Distinta es la historia de la cuarta entrega de Tropico, que no levantó la perdiz ni en los medios especializados. Lo que alguna vez fue un impertinente juego ladrón de titulares hoy se convirtió en una cuarta entrega con poca pompa y mucho espíritu de rutina. ¿Sera que los latinoámericanos desarrollamos un mejor sentido del humor en estos años, una piel más dura? ¿O simplemente lo que pasa por noticia en estos días se puso tan pero tan pelotudo y frívolo que un juego con Perón y Pinochet ya no le interesa a nadie?
Aquellos que hayan jugado al tres, notaran un intenso deja vú en esta cuarta entrega. Salvo algunos pequeños cambios en la interface, una nueva banda de sonido y un par de diálogos, la experiencia es exactamente la misma que la entrega anterior. Cuando digo la misma, me refiero a al refrito de 90% del contenido del juego anterior. Hay que buscar bastante para encontrar un manojo de diferencias, pero las hay.
Tenemos un nuevo gabinete de ministros (que está bastante bien y que genera situaciones divertidas con los encargados de cada cartera), manejo de importaciones (sumado a la aportación del juego anterior), un par de edificios nuevos como el shopping o el parque de agua y un sistema de misiones especiales que funciona bastante bien. Ah, y claro, interacción con Facebook y Twitter, obviamente, algo que todos los jugadores de Tropico 3 pedíamos a gritos.
Lo que más me llamó la atención en esta nueva entrega fue la despolarización de la comunidad internacional. Antes, Tropico representaba al resto del mundo mediante una visión de la guerra fría. Podíamos hacernos amigos de los rusos o los norteamericanos, dándole al jugador la opción de intentar mantener a ambas súper-potencias contentas o directamente elegir un bando y arriesgarse a invocar la furia del contrario. En este nuevo juego la presencia de Rusia y Estados Unidos sigue siendo fuerte, todavía te pueden invadir y toda la bola, pero su importancia se vio disminuida con la introducción de otras facciones.
Europa, Oriente Medio y China son los nuevos pibes en el barrio y si bien no te pueden invadir u ofrecer una alianza militar, se hacen sentir a la hora de romperte las bolas con exportaciones, negocios privados y ayuda humanitaria. Es una linda adición que no solo le agrega un poco de variedad a la jugabilidad, sino que habilita situaciones cómicas como cuando los chinos te ofrecen un taladro para salvar a unos mineros atrapados (¡jua!) y el taladro se rompe por ser una berretada china.
Pero lamentablemente esta lenta evolución de la serie sufre de una desatención política que francamente me resulta irreconciliable. Así como la serie nació de una mirada al mismo tiempo irreverente y cruda, se quedó a mitad de camino a la hora de gastar a América Latina y ofrecer variedad de juego. ¿Cómo es posible que con las nuevas facciones no hayan agregado otros países bananeros además del propio? Ausente esta el fino ojo que caricaturizó la dependencia cultural y económica de los países periféricos en las primeras entregas, ya que pasaron completamente por alto los inmensos cambios políticos que nuestro continente ha visto en la última década.
A esta altura, es un papelón que Tropico no se ría de Chávez, Evo Morales, Kirchner y Lula. Independientemente de la opinión que uno tenga de sus presidencias y sus políticas, hay que admitir que ofrecen un montón de oportunidades para un juego como Tropico. Porque esta siempre fue una serie bastante más adulta de lo que proyecta, un contrapunto interesante a tanto juego de administración que te pide ser un empresario imposiblemente serio y responsable.
La oportunidad, por suerte, sigue abierta. La inclusión de otros países bananeros además del propio podría agregar variedad a las exportaciones e importaciones, darle vida a las políticas de inmigración y ofrecer un montón de opciones de participación internacional. Podrías juntarte con tus vecinos del sub-desarrollo, armar una joda al UNASUR y mandarte por la revolución bolivariana de una Latinoamérica unida o directamente venderte algún poder extranjero y cagarte de risa siendo el cipayo de alguna potencia.
Quizás tan solo soy yo que añoro vivir en un mundo donde Evo Morales es un contenido descargable.
El comandante Juan Pablo Bouquet exige obediencia absoluta y a cambio nos ofrece orden y progreso videojueguil. Seguí sus comunicados oficiales todas las semanas en Tetabester.com.
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