Entrevista a un CEO

"Me enteré que estabas por renunciarnos" dijo mientras me guiaba por la calle interna que unía las dos oficinas. Sin mirarlo respondí "No es tan así". No sabía adonde me llevaba, y al parecer el tampoco, ya que terminamos sentados en una escalera afuera de la oficina. "Entonces ya tenés todo solucionado". Una leve sonrisa dibujaba su rostro, como sabiendo que yo no iba a ofrecer mucha resistencia. "No, iba a hablar con ustedes primero, a ver si había una oferta. Yo no quería irme hasta terminar los proyectos que tenía en camino en la empresa. No me sirve de nada trabajar todo este tiempo y salir con un portfolio vacío".

Ya no sonreía. "Además, con todo esto soy un blanco fácil, desesperado, para que me renegocien cualquier oferta" le dije. "¡Dame el teléfono de esos hijos de puta, que te arreglo el asunto!" estalló como si fuera Superman metiendóse en la cabina teléfonica. "No necesito tu ayuda, es algo que puedo afrontar solo" respondí lo más diplomatico posible, mientras pensaba "¿Quién mierda se cree que es con ese paternalismo falluto?".

Por la escalera baja gente de otras oficinas. Era claro que eso le arruinaba la inspiración. Nos trasladamos adentro, donde quedaban unas pocas almas en pena post-vaciamiento. "Quiero hablar bien con vos por que no te conozco bien, no tuvimos la oportunidad de charlar mucho". No, sólo trabajé ahí ocho meses y vos eras mí responsable directo, una idiotez caprichosa insostenible que el CEO de una empresa de más de cien personas ocupe el cargo, nunca atendido más que la primera semana de nombramiento, de jefe de diseñadores.

"Pero me quedo tranquilo con lo que me decís, la empresa significaba algo para vos". Mí cara de vamos al grano debió ser muy eficiente, ya que no continuó con el tema. "Parezco un cassette rayado (sic), esto ya se lo repetí a todos, estoy cansado de hablar". Se acomodó con un nerviosismo tan falso como el color de sus dientes. "Primero ¿Qué es lo qué querés?". "No quiero nada más ni nada menos que lo que me corresponde. Mí derecho".

El cerebro se me apagó en el instante que oí la frase "Las leyes laborales son una cosa vieja que contempla casos de otras épocas, se te da la indemnización por que no tenés más trabajo, vos no la necesitás". Imposible transcribir la cantidad de idioteces que salieron de la boca del sujeto sin que me acusen de difamador. Idioteces peligrosas, ideas de alguién que pone a noventa personas en la calle, llora lágrimas exacerbadas por un discurso que el mismo se cree, el de que no hay más dinero, y después se marcha a jugar al ténis en su Audi. En resumen: yo les consigo otro trabajo, mis cabecitas negra, y en agradecimiento hacía lo gloriosa que es mí persona, me firman la renuncia.

"Y así, deberías estar agradecido que al menos tenés un trabajo. Yo no se que voy a hacer, estoy confundido, estos días son una desgracia". Sus ojos se ponen humedos. Tanto que después se enorgullese de el perfecto teatro con el que manejó a los "quilomberitos" frente a sus conocidos, que por esas casualidades de la vida, tienen una relación indirecta pero lo suficientemente formal como para que lleguen sus comentarios a mis oidos.

"Sabés que como parte de la empresa, tengo el derecho legal a saber cuanta liquidez posee la misma". Eso lo hace saltar de la silla. "¡Querés ir al banco, vamos, ya, vas a ver que no hay dinero para pagarles a todos!". "Si no hay, y vos sabías de esta situación hace meses,  ¿hacía falta poner en esta posición a toda la gente, anunciar la patada en el culo en la semana de navidad?". "¡Pero ya estaba vendida!, ¿¡entendés!?" me dice gritando. "No, si no no estaríamos acá hablando" devuelvo con cara de poker.
"Sin la gente la empresa no valía nada. ¿Me querés decir pelotudo? Decimelo, es verdad". "Pelotudo, pero más que eso es que son unos irresponsables que solo pensaron en el beneficio propio" respondí ahorrandome muchos expeletivos que hubieran incomodado la situación aun más. "No me entiendas mal, lo mío no es nada personal, simplemente quiero lo que corresponde y seguir con mí vida". Esto último salió solo para bajar la tensión.

"A todo esto, aun no se que tienen para ofrecerme". En ese momento, creo que en ese único instante, salió un atisbo del CEO real. Saltó, esta vez literalmente, de su silla, con los brazos abiertos, cara exultante, ojos fuera de órbita. No supe más que pensar que estaba siendo victima de algún estupefaciente. "¡Vos sabés que tenemos, ustedes hablan a espaldas mías, se juntan a decir pelotudeces y se ponen de acuerdo para tratarme como un pelotudo! ¡Yo los veo conspirando, no me digas que no sabés!".

Ante mí se despegó toda una plétora de posibilidades de respuesta. El sentido común reinó, y mí falta de reacción, que me sorprendió a mí mismo, desató una respuesta mal que mal, creíble y coherente. "Es que como bien dijiste, yo no tuve tanto tiempo para entablar relaciones dentro de la empresa, no puedo creer cualquier cosa que dicen, me parece correcto escucharlo de tu parte".

Se quedó un momento en esa posición de salto ornamental. Se incorporó, se acomodó la camisa y volvió a sentarse. "Disculpame, es que estoy como un cassette rayado. Tenés razón. Te puedo dar tú último sueldo y el aguinaldo si renunciás". "O sea, nada, eso es lo que me tienen que dar sí o sí, renuncia o no renuncia". "Me da pena que piensen así" me respondió, "todos los que lo lleven a otra instancia, lamento decirlo, se van a dar la cabeza contra una pared. Vienen con abogados, que lo único que hacen es aprovecharse de esta siuación, pero vas a ver que no va a haber nada. ¿Podés creer que hay gente que lo necesita, y otros que se van a ir de mochileros con lo que les demos? Vos me decís que tenés una familia que alimentar. Pensalo".

La demagogía sobrepasó mí paciencia. "Lo hablaré en casa". Me levanté y le di la mano, no se en señal de que, pero recibí el apretón de manos más patético y débil, de alguién que claramente no lo esperaba. ¿Qué habrá significado para él? ¿Un desafio quizás? Me pregunto cuantos de los noventa, y en que circunstacias, le habrán ofrecido el gesto.

Hacer juegos es un negocio sin alma, un medio que se saltó toda aspiración cultural para convertirse en una basura que tratan de atragantar en el cogote del consumidor. ¿Adivinan  cuales son los puestos claves, irremplazables dentro de un estudio? ¿Programadores, Game Design, Arte? Ni por asomo. Marketing y Bussiness Inteligence (los que te dicen cuanto cuesta una vaquita dentro de Farmville). Nunca oí a nadie hablar de "vamos a hacer este juego divertido", si no de "vamos a hacer este producto para que nos de la mayor cantidad de dinero posible, y si le ganamos al de la vereda del frente, mejor". Esos departamentos siguieron funcionando, como la orquesta de Titanic.


Facundo Mounes es un nene caprichoso que hace juegos. Seguilo en twitter.